jueves, 15 de noviembre de 2018

USA ROAD TRIP - DAY 16



Dejamos nuestro apartamento de Hollywood Blvd. que ha resultado ser una auténtica maravilla. Por primera vez en dos semanas hemos podido cenar en una casa, con tranquilidad y sin las prisas de la hora de cierre de los restaurantes, que a eso de las nueve ya te están echando los perros encima para que te vayas. Momento de relax. Nuestro oasis en Los Ángeles.
La ruta de hoy nos lleva a la zona de las playas pero antes nos dejamos seducir por la opulencia y majestuosidad de las mansiones de Beverly Hills. La cosa va cogiendo otro color en comparación con lo que vimos ayer. Aquí no se ven vagabundos y las calles están bastante limpias. Es la otra cara de L.A.
Vivimos nuestro momento sintiéndonos John McClane en el Nakatomi Plaza por unos minutos, hasta que sale un bedel y nos echa de alli. Ese pequeño remember de La Jungla de Cristal le pone la nota de humor a la mañana.
Llegamos a Venice Beach donde abundan las fachadas de casas decoradas con gigantescos graffitis de una calidad excelente que las cubren por completo, y nos pateamos el paseo que hay hasta Santa Mónica entre peatones, ciclistas y patinadores. Por el camino nos codeamos con los discípulos de Arnold Schwarzenegger que se encuentran entrenando al aire libre en medio de la playa, en el mismo lugar donde lo hiciera él antiguamente, el Muscle Beach, ahí sigue, incombustible y soportando el paso del tiempo.
El merchandising con Arnold está sobreexplotado aqui, en las incontables tiendas de souvenirs.
Hacemos un alto y paramos a comer junto a la caseta numero 29 de los vigilantes de la playa, con bronceado y remojón incluido. Solo los pies, que el agua del Pacífico está helada y no invita a ello, pero habia que hacerlo, hoy toca bañador. Antes muerto que sencillo!!
Nos entremezclamos con una maraña de gente que entra y sale en el Pier del Pacific Park, un pequeño y entrañable parque de atracciones sobre un espigón de madera de 110 años rodeado de pequeñas tiendas y puestos ambulantes que le dan la vida.
Al caer la tarde la luz dorada colorea y realza la pintoresca mezcla de personajes que se dan cita en el paseo entre Venice y Santa Mónica. Homeless comidos por la suciedad y la miseria contrastan con surferos de larga melena rubia, patinadores y ciclistas, en un paseo repleto de aspirantes a artistas callejeros, que están más cerca del vagabundismo que del arte.
Vemos lo que parece ser un carrito abandonado (solo se le ven las ruedas) en medio de la arena lleno de trastos y basura. Otro de tantos, piensas, pero te fijas con detenimiento y bajo los bártulos se encuentra perfectamente mimetizado un vagabundo con gorro de lana que tiene mas mugre que el trapo de un mecanico. Eso si, llama la atención que al tipo no le falta la tablet.
El mendigo de al lado pinta un maniqui con spray y rotuladores de colores mientras otro que hay junto a él, escarba entre la basura en busca de comida. Encuentra un trozo de pizza, y al buche!
Definitivamente parece que ser un sintecho aquí es un status social más. Elegido o no, es un modo de vida reconocido y respetado, a pesar de su precariedad y carencias.
No faltan la puretilla recauchutada de quirófano que sale a hacer running, mientras los chicos del patio de la cárcel aplauden a su paso, un tio patinando con un bote en la mano lleno de porros de marihuana, que los va ofreciendo a los viandantes, un negro con la gabardina de Morfeo que camina sin rumbo saludando a los vagabubdos que hay tirados por ahí de cualquier manera, las chicas del volleyball, que entretienen la tarde a los congregados en el paseo, y tantos otros personajes singulares que no voy a comentar.
Una vez que ha caído el sol y tras ver los canales de Venice, nos retiramos hacia Santa Bárbara. Es hora de descansar que los días van pesando ya, y el cansancio empieza a pasar factura.
Mañana más

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