jueves, 15 de noviembre de 2018

USA ROAD TRIP - DAY 8



Hacer noche en Hurricane en el Rodeway Inn Motel no ha estado mal. Tal vez la inquilina que había dentro de la habitación a nuestra llegada no piense lo mismo. Ser una cucaracha es lo que tiene, acabas o deshauciada a muerta.
Amanecer con madrugón incluido se hace cuesta arriba y más con la caraja horaria que llevamos, pues se cambia la hora al pasar a otro estado, y ahora estamos en Utah, no en California.
Que la ducha te recuerde a la de Psicosis no mola, y que al salir te encuentres sentado en el jardin que hay frente a la habitación a un tio que parece salido de un psiquiátrico, da un poco de mal rollo. A pesar de ello el desayuno es gratis y arrasamos con todo lo que se puede.
El cansancio va en aumento, son ya varios días a tope y los kilómetros se hacen más largos. Hoy tocan unos 400, buena parte de ellos por carreteras secundarias de esas sin arcén ni rayas.
Zion parece muy interesante pero la falta de tiempo nos impide hacer rutas, vemos lo justo que nos permite el autobús lanzadera. Promete, pero queda para otra ocasión. Nota: lo mejor que hemos visto está a la entrada viniendo por el Este. Nosotros entramos al revés, así que lo vimos a la salida y sin bajar del coche. Cosas del directo. Eso si, resulta llamativo que el asfalto de las carreteras que recorren el parque es rojo, dato curioso.
A estas alturas ya empieza a hacer mella el no haber tomado un desayuno en condiciones, cosa que no había ocurrido en días anteriores.
Por la tarde Bryce nos sorprende, no solo por sus formaciones rocosas, sino por las remperaturas bajo cero y la nieve que corona sus cimas. Resulta espctacular aunque las nubes desluzcan una colorida puesta de sol perfecta. Pero estamos ahí, y el momento es ese.
Un poco de senderismo por Bryce y el polvo blanco de las botas que traiamos del Death Valley se torna rojo intenso.
Por el camino descubrimos un viejo cementerio de coches con auténticas reliquias "american muscle", al son de repetitivas canciones country que se pueden escuchar en la única emisora que coge la radio.
Seguimos a la deriva tirando de mapa en papel porque aqui no hay cobertura ni datos para el movil. Suena aquella de "Perico pim pim billetes de cien en el maletin" y echamos unas buenas risas.
Llevamos ya dos horas conduciendo, el termómetro marca cero grados y no hemos visto en ese tiempo ni un alma en la carretera, ni una luz, ni gasolineras, ni cobertura, y te preguntas: ¿y si me pasa algo aquí?
Entonces, mientras empieza a nevar con noche cerrada aparece de repente una vaca negra parada en medio de del asfalto que el sr. Alfaro ve a tiempo y logra frenar sin llevarsela por delante. Después del susto se repite lo mismo con un ciervo, otras tres vacas y un perro. Parece una maldita broma!!
El viaje se hace interminable y el hambre aprieta, pasamos por cinco pueblos en los que no hay nada abierto, asi que empezamos a echar cuentas de lo que tenemos: unas patatas fritas, agua y medio bocadillo. Parece que pinta jodida la cosa pero... de repente y tras varias horas, un pequeño local de pizzas en medio de la nada, regentado por unos hindúes y a cinco minutos de su hora de cierre! Nuestra salvación de hoy. La tensión y el cansancio hace que nos riamos a carcajadas mientras nos preguntamos por qué está decorado con fotos y ropa de cheerleaders, y a Coral se le desmonta la pizza por la mesa.
Salimos del oasis y llegamos al hotel de Torrey no sin antes esquivar otros dos dos ciervos que nos salen al paso por en medio del pueblo. Parece una puñetera carrera de obstáculos.
Descanso merecidisimo.
Mañana más, ya veremos de qué, pero más.

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